Dormir bien para sentirse y verse bien

Publicado el 18/01/2016

Dormir bien para sentirse y verse bien

Descansar poco y mal no sólo influye en nuestras actividades cotidianas sino que también repercute de manera directa en cuestiones de belleza y salud. En esta nota te contamos cuáles son las claves para un buen descanso y, por tanto, para verte y sentirte bien.


¿Cuántas veces reprogramamos el despertador para que nos regale unos minutos más de sueño? ¿Cuántas veces nos levantamos agotados y malhumorados porque no pudimos descansar bien?

Vivimos en una vorágine. Ocupamos la mayor parte de nuestro tiempo trabajando y reservamos poco para el ocio y la relajación. Sin embargo, aunque no lo percibamos en un primer momento, el cuerpo sufre ante la falta de descanso. El sueño cumple una función reguladora y reparadora en nuestro organismo, es esencial para el control de la energía y la temperatura corporal. No dormir bien también altera la velocidad de los procesos intelectuales superiores, disminuye la concentración, la función motora y hasta podría verse perjudicado nuestro sistema inmunológico. Además, empiezan a aparecer las ojeras, los rostros pálidos, el cansancio se acumula y la piel se marchita. Por tanto, dormir lo necesario resulta fundamental para sentirse y verse bien.

La cantidad de horas que debemos dormir no es arbitraria y está relacionada con diversos factores como la edad, el tipo de trabajo que realizamos y, fundamentalmente, con lo que dicta nuestro cuerpo. Un bebé debería dormir un promedio de dieciséis horas al día aproximadamente, mientras que el número para jóvenes y adolescentes se reduce a nueve. Un adulto, en cambio, acostumbra dormir entre siete y ocho horas diarias, aunque algunos estén en óptimas condiciones con sólo cinco horas de descanso y otros necesiten diez.

Los especialistas de la American Board of  Sleep Medicine (ABSM) clasifican los trastornos de sueño en tres grandes grupos: las disomnias, las parasomnias y desórdenes del sueño asociados a problemas mentales, neurológicos u otros desórdenes médicos.

Las disomnias son alteraciones que se producen en la cantidad, calidad o duración del sueño;   dentro de este grupo podemos encontrar trastornos frecuentes como el insomnio –problemas para conciliar el sueño- o la hipersomnia –exceso de horas de sueño.

Las parasomnias, en cambio, se relacionan con alteraciones que se producen durante el sueño mismo y se asocian con episodios breves o parciales al despertar; estos desórdenes son manifestaciones de la activación del sistema nervioso central.  A este grupo pertenecen, por ejemplo, el sonambulismo, el terror nocturno y el bruxismo (que consiste en el hábito de apretar los dientes de manera involuntaria).

El tercer grupo está conformado por desórdenes que no son específicamente problemas de sueño sino que están relacionados con desórdenes mentales, neurológicos o médicos que perturban el descanso de diversas maneras. Este grupo incluye problemas como la depresión y el mal de Párkinson, entre otros.  

Hasta hace pocos años el estudio de los problemas del sueño no tenía en cuenta la distinción de géneros. Afortunadamente, los nuevos tratamientos utilizados en ginecología y el avance de esta especialidad en las últimas décadas han colaborado en la modificación de estos enfoques.

Si se tienen en cuenta las modificaciones hormonales que se producen en la mujer cíclicamente, se hace comprensible que, tanto la menstruación como la ovulación, el embarazo y la menopausia son causales de trastornos del sueño. Esto se debe a la directa relación que tiene el equilibrio estrógeno-progesterona sobre la función sueño-vigilia. Es por ello que con frecuencia escuchamos que las embarazadas padecen hipersomnia o que las mujeres que transitan la menopausia tienen problemas para conciliar el sueño.

Asimismo, el buen sueño no sólo es sinónimo de cantidad de horas dormidas, por el contrario, guarda una estrecha relación con la calidad del descanso. Por este motivo hay que prestar atención a la rutina de los horarios y los espacios que elegimos para reposar.

Según recomiendan los especialistas, lo ideal es mantener horarios fijos de sueño, con estructuras rígidas y prácticas: despertar con la luz del día (en caso de no ser posible, se recomienda iluminar artificialmente la habitación tanto como se pueda), hacer ejercicio durante el día y comer liviano por las noches. Respecto de la habitación, lo recomendable es que  esté a salvo de ruidos molestos, que  predominen los colores suaves y que haya un clima templado que oscile entre los diecisiete y los veinte grados.

Vivimos en una vorágine, es cierto. Pero no debemos permitir que el ritmo de vida acelerado nos juegue en contra. Muchas veces descansar puede ser sinónimo de “tiempo aprovechado”. La clave: dormir bien para sentirse bien y lucir de maravillas.

 

 

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